Esto no va a acabar así

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Susana Vera | REUTERS

30 abr 2024 . Actualizado a las 12:58 h.

El corpus doctrinal de Iván Redondo está construido sobre la idea de que nadie sea capaz de adivinar cuál será tu siguiente movimiento. Hasta las 11 de la mañana de ayer había cien teorías y solo una evidencia: a la hora de comer todos íbamos a festejar con ese «ya te lo dije yo» tan español. Pero de nuevo Houdini se esfumó del escenario y no es que no sepamos por dónde: es que ni siquiera sabemos dónde está ni quién es. Porque el Pedro Sánchez que conocíamos murió políticamente antes del mediodía de ayer. En realidad, había comenzado a agonizar cinco días antes. El Pedro Sánchez 1.0. era un ser temible, gélido, ejecutor. En su lenguaje baloncestístico, y para no herir susceptibilidades: implacable en el tiro a canasta. Una metralleta de decisiones, reacciones, jugadas y quiebros jamás antes vista. ¿Cómo es el Pedro Sánchez 2.0? Volvamos a la frase de moda estos días: no lo sabe nadie, nadie sabe nada. ¿Un pato cojo? Es probable, pero tardaremos en saberlo. Por el momento, parece que el Hércules de titanio se ha mostrado vulnerable, que el hijo de Dios ha dudado.

Pero lo sabremos antes o después. Porque esto no va a quedar así. Esto ha sido solo un primer acto de una obra de teatro. Un punto y aparte, él mismo ha dicho. Todo el mundo dice haber acertado pero todo el mundo esperaba algo más, después de cinco días reflexionando y de un discurso que pareció improvisado, menos reflexionado que la carta del miércoles. El gran líder soportaba aún anoche intensas presiones de los suyos, incluida Yolanda, para que pusiera jamón al bocadillo. Lo que fuese: una reforma judicial, una demanda contra Manos Limpias, una cuestión de confianza, unas elecciones anticipadas a finales de julio. Pero nada. Si no lo ha conseguido ni Xabier Fortes

¿Qué es lo que ha pasado en estos cinco días de agonía? Eso sí que quizá ni él lo sabe. Tal parece que se le fue de las manos, que su subconsciente le ha jugado una mala pasada, tratando de demostrarse que él en realidad nunca ha necesitado a Iván Redondo para romper el tablero mil y una veces. Es imposible ponerse en la cabeza de Pedro Sánchez, pero sí es fácil predecir la reacción a estos idus de abril. Ha anunciado una regeneración democrática y lo primero que encontrará es más polarización, cebando los pecados que denuncia. Ha amenazado con meterle mano a las fake news y la bronca sube una marcha más, algo que parecía imposible. Ha prometido ordenar la justicia y, qué curioso, parece que justo ahora en la Audiencia Nacional y en el Supremo se han desempolvado carpetas pendientes.

Los suyos seguirán festejando este genuino intento por cambiar el mundo. Los otros le seguirán llamando caudillo latinoamericano, populista venezolano, con nuevos argumentos. Pero hay que reconocerle un mérito. Hace un año, tras las municipales, la izquierda estaba escondida en una cueva y la derecha pedía elecciones a gritos. Un año después, las dos Españas de Machado se matan con la quijada de Caín, ansiosas porque abran las urnas para aniquilar al contrario.